El gallo canta y yo sueño con ignorarlo, pero Clyde se asoma a mi ventana y me avisa que son las 6. Enérgica pero lentamente preparo mi partida. Clyde tenía el desayuno listo así que en poco tiempo estaba montado en la bici. Juan Carlos se levanto solo para despedirse y yo no tenía palabras para tanta generosidad y hospitalidad. Me fui envuelto en la ternura y el orgullo de saber de que espíritu esta hecho mi país.

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